La fiesta de la Virgen de los Olmos (Valles de Fuentidueña): la sacralización del espacio vitivinícola

El pasado sábado, 22 de septiembre, se celebró en la localidad segoviana de los Valles de Fuentidueña la fiesta de la Virgen de los Olmos. Por la mañana, la fiesta es anunciada por la diana o revolá que los músicos dan por las calles del pueblo. Al entrar al templo, se puede observar cómo la talla mariana posee dos racimos de uva atados (tinta y blanca, respectivamente) y adornados con unos lazos de color beige. 

Virgen de los Olmos

Tras la celebración eucarística de la mañana, sale la procesión que recorre el casco urbano. Por la tarde, se vive el momento más esperado y el que, desde el punto de vista antropológico, social y cultural, tiene más importancia. Hacia las cinco de la tarde, sale la procesión de la iglesia con dirección a la ermita de la Virgen. 

Esta capilla se halla a un kilómetro del pueblo, sobre un cerro perforado por históricas y antiguas bodegas. La procesión sube por el camino al son de la gaita y el tamboril, atraviesa la zona bodeguera con sus entradas de piedra adinteladas y de sillería, circunda la ermita y, al llegar ante su puerta, se subastan los palos de las andas. 

Momento de la subasta de los palos

Con la puja de los palos realizada, se ingresa en la ermita. Y allí, se procede a otras dos subastas muy especiales e importantes: la primera se realiza sobre los dos racimos que ha portado la Virgen durante las celebraciones de ese día. Tras la adjudicación de los ramilletes de uvas, se realiza la puja por conseguir la subida de la Virgen al trono. 

En el tejado, dos personas subidas en el tejado esperan a que salgan al exterior de la capilla los devotos de la Virgen. A su salida, tiran las viandas y productos que han atado e hincado en una veleta que adorna la edificación ese día: racimos de uvas, melocotones, obleas, confites...

Imagen de la veleta

Concluído el acto, los vecinos bajan a sus bodegas y comparten vino y cantares. Una fiesta entrañable y bonita, la de la Virgen de los Olmos, que pone de manifiesto la importancia de la cultura del vino en Segovia y Castilla. Una sacralización del espacio y del vino honrando a la Virgen  con el fin de obtener una buena cosecha y un buen caldo... La ordenación de este paisaje sagrado, con las bodegas a los pies, y en lo más alto, la ermita como vínculo, nexo con la divinidad. 




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